domingo, 4 de abril de 2010

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

"El día del triunfo del Señor"

El día del triunfo del Señor, de su Resurrección es definitivo. ¿Dónde están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que condenaron al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús?... Ante su victoria, se produce la gran huida de los pobres miserables. Llénate de esperanza: Jesucristo vence siempre. (Forja, 660)

Al caer la tarde del sábado, María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. –Muy de mañana, al otro día, llegan al sepulcro, salido ya el sol. (Marc., XVI, 1 y 2.) Y entrando, se quedan consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. –Un mancebo, cubierto de vestidura blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús Nazareno: non est hic, surrexit enim sicut dixit –no esta aquí, porque ha resucitado, según predijo. (Math., XXVIII, 5.)

¡Ha resucitado! –Jesús ha resucitado. No está en el sepulcro. –La Vida pudo más que la muerte.

Se apareció a su Madre Santísima. –Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. –Y a Pedro y a los demás Apóstoles. –Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!

Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual. –Y, antes de terminar la decena, has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido –por más niño– he puesto mis labios sobre su costado abierto (Santo Rosario. 1º misterio glorioso). [Subir]


Texto del Evangelio (Lc 24,1-12): El primer día de la semana, las mujeres volvieron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.

Estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo se inclinaron hasta el suelo, pero aquellos hombres les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo cuando aún se hallaba en Galilea: que el Hijo del hombre había de ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría».

Entonces recordaron ellas las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a los demás. Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían. Sin embargo, Pedro fue corriendo al sepulcro. Miró dentro, pero no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa admirado de lo que había sucedido.
Comentario: Fr. Austin NORRIS (Mumbai, India)
¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado
Hoy, contemplamos la Gloria del Señor resplandeciente en su victoria sobre el sufrimiento y sobre la muerte. Promete una vida nueva a todos aquellos que buscan y creen en la Verdad de Jesús. Nadie se sentirá defraudado como no se sintieron aquellas mujeres que «fueron a la tumba con perfumes y ungüentos» (Lc 24,1).

Los perfumes y ungüentos que debemos llevar durante nuestra existencia son una vida dando testimonio de la Palabra de Dios, cuando Jesús hecho hombre, dijo: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí (…) vivirá, y no morirá jamás» (Jn 11,25-26).

Dentro de nuestra confusión y dolor parece que nos volvamos miopes y no podamos ver más allá de nuestro entorno inmediato. Y el «¿por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» (Lc 24,5) es una llamada a seguir a Jesús y a buscar la presencia del Señor "aquí y ahora", en medio del pueblo del Señor y de su sufrimiento y dolor. En uno de sus discursos de Miércoles de Ceniza, el Santo Padre Benedicto XVI dice que «la salvación, de hecho, es don, es gracia de Dios, pero para tener efecto en mi existencia requiere mi asentimiento, una acogida demostrada con obras, o sea, con la voluntad de vivir como Jesús, de caminar tras Él».

Por nuestra parte, «al regresar del sepulcro…» (Lc 24,9) de nuestras miserias, dudas y confusiones, podemos también brindar a nuestros semejantes en este valle de lágrimas, esperanza y seguridad. La oscuridad del sepulcro «dará paso algún día a la brillante promesa de la inmortalidad» (Prefacio de las Misas de Difuntos). Ojalá la Gloria del Señor Jesús nos mantenga en pie cara al cielo y ojalá podamos siempre ser considerados como un "Pueblo Pascual". Ojalá podamos pasar de ser un "pueblo de Viernes Santo" a uno de Pascua.
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