Benedicto XVI, foco de luz y fortaleza
Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei
El Santo Padre Benedicto XVI junto a Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, en 2007
Se cumplen cinco años de la elección del Cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de San Pedro al frente de la Iglesia Católica. El 2 de abril de 2005 había fallecido Juan Pablo II. Las televisiones efectuaron un despliegue informativo sin precedentes. Y en medio de aquel clima de conmoción y de cariño hacia el Pontífice difunto, que aleteaba todavía por las calles de Roma, el 19 de abril de 2005 vimos por vez primera la figura amable del nuevo Papa en el balcón central de la Basílica de San Pedro.
¿Cómo concibe Benedicto XVI su misión de cabeza de la Iglesia universal? En la Misa de comienzo del Pontificado, explicaba que la tarea del Pastor podría parecer gravosa, pero en realidad se alza como una tarea "gozosa y grande, porque es un servicio a la alegría de Dios, que quiere hacer su entrada en el mundo". En aquella misma ocasión afirmaba que "nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo", y "nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él" (Homilía, 24-IV-2005). Así entiende su misión el Papa: comunicar a los demás la alegría que procede de Dios. Suscitar en el mundo un nuevo dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor de Dios.
En estos cinco años de Pontificado, no le han faltado al Papa ataques provocados por quienes están empeñados en arrojar al Creador del horizonte de la sociedad de los hombres; tampoco han estado ausentes los sufrimientos ante la incoherencia y los pecados de algunas personas llamadas a ser "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mt 5, 14-16). Nada de eso ha de extrañarnos, pues las dificultades forman parte del itinerario normal del cristiano, ya que no es el discípulo más que su maestro, como anunció Jesucristo: "Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15, 20). Al mismo tiempo, no olvidemos lo que añadió el Señor: "Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra" (Ibidem).
Entre los motivos de reconocimiento a Benedicto XVI, quisiera resaltar su acción constante por dar a conocer al Dios cercano. Esta expresión —tomada del título de un libro del Cardenal Ratzinger sobre la Eucaristía— es también un modo afectuoso de hablar del Creador, que la fe nos muestra amoroso y próximo, interesado por la suerte de sus criaturas, como afirmaba un santo de nuestros días. En efecto, San Josemaría recordaba con frecuencia que, en medio del ajetreo cotidiano, a veces "vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando" (Camino, 267).
Aquí reside el optimismo indestructible del cristiano, alentado por el Espíritu Santo, que no desampara nunca a la Iglesia. Historia docet: ¡cuántas veces, en el curso de veinte siglos, se han alzado voces agoreras, anunciando el fin de la Iglesia de Cristo! Sin embargo, a impulsos del Paráclito, superadas las pruebas, se ha mostrado luego más joven y más bella, más llena de energías para conducir a los hombres por las sendas de la salvación. Lo hemos visto en estos años: la autoridad moral e intelectual del Papa, su proximidad e interés por los que sufren, su firmeza en la defensa de la Verdad y del Bien, siempre con caridad, ha fortalecido a hombres y mujeres de todas las creencias. El Romano Pontífice sigue siendo un foco que ilumina las intrincadas vicisitudes terrenas.
En el cumplimiento de mi tarea episcopal, millares de personas de buena voluntad —católicos y no católicos, también numerosos no cristianos— me han confiado que las respuestas sólidas y esperanzadoras de Benedicto XVI ante los diversos dramas de la humanidad han supuesto para ellos una confirmación en el Evangelio, o un motivo de acercamiento a la Iglesia y, sobre todo, un renovado interés por aproximarse al "Dios cercano" que el Papa proclama.
Somos muchos los que nos sentimos diariamente enriquecidos por este anuncio alegre de Benedicto XVI, sazonado por la luz de la fe, expuesto con todos los recursos de la inteligencia, con un lenguaje cristalino y con el testimonio de su relación personal con Jesucristo. Que el Señor nos los conserve por muchos años como guía de la Iglesia, para bien de la humanidad entera.
+ Javier Echevarría,
Prelado del Opus Dei
Roma, 19 de abril de 2010
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