jueves, 24 de diciembre de 2009

LA NATIVIDAD DE JESUS SEGUN LA BIBLIA: FELIZ NAVIDAD

jueves 24 Diciembre 2009

Solemnidad de la Natividad del Señor: Misa del medianoche

Evangelio según San Lucas 2,1-14.

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por San Alfonso María de Ligorio : «Os anuncio una buena noticia, un gran gozo para todo el pueblo» :

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia
Palabras para la novena de Navidad, nº 10


«Os anuncio una buena noticia, un gran gozo para todo el pueblo»



     «Os anuncio una gran alegría.» Estas son las palabras que dijo el ángel a los pastores de Belén. Os las repito hoy a vosotros, almas fieles: os traigo una noticia que os causará una gran alegría. ¿Puede haber, para unos pobres exiliados, condenados a muerte, una noticia más dichosa que la de la aparición de su Salvador, que ha venido no tan sólo para librarles de la muerte, sino para que puedan retornar a su patria? Esto es lo que vengo a anunciaros: «Os ha nacido un Salvador»...

     Cuando un monarca hace su primera entrada en una ciudad de su reino, se le tributan los más grandes honores: ¡cuánta decoración, cuántos arcos triunfales! Prepárate, pues, dichosa villa de Belén, a recibir dignamente a tu Rey... Has de saber, dice el profeta (Mi 5,1), que entre todas las ciudades de la tierra tú eres la más favorecida puesto que el Rey del cielo te ha escogido a ti como lugar de su nacimiento aquí en la tierra, a fin de reinar, seguidamente, no sólo en Judea, sino en los corazones de los hombres de todo lugar... ¡Qué habrán dicho los ángeles viendo a la Madre de Dios entrar en una gruta para, allí, dar a luz al Rey de reyes! Los hijos de los príncipes vienen al mundo en habitaciones resplandecientes de oro...; y quedan rodeados por los más altos dignatarios del reino. El Rey del cielo, quiere nacer en un establo frío y sin lumbre; para cubrirse no tiene más que unos pobres jirones de ropa; para descansar sus miembros sólo un miserable pesebre con un poco de paja...

     ¡Ah! Reflexionar sobre el nacimiento de Jesucristo y las circunstancias que le acompañaron, debería abrasarnos en amor; y pronunciar las palabras gruta, pesebre, paja, leche, vagidos, poniendo delante nuestros ojos al Niño de Belén, deberían ser para nosotros otras tantas flechas encendidas hiriendo enteramente de amor nuestros corazones. ¡Dichosa gruta, pesebre, paja! Pero mucho más dichosas la almas que aman con fervor y ternura a este Señor tan digno de amor y que ardiendo en caridad, le reciben en la santa comunión. ¡Con qué arrebato, con qué gozo viene Jesús a descansar en el alma que le ama verdaderamente!


miércoles, 16 de diciembre de 2009

FELIZ NAVIDAD





Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Se avecina otra vez, con su novedad maravillosa, la Navidad; una fiesta que se celebra en casi todas partes; también en lugares donde apenas se conoce a Cristo. Para muchos —y causa pena—, se limita a una ocasión de hacer y recibir regalos, de tomarse unos días de descanso, o, sencillamente, de pasar más tiempo en familia. Los que hemos recibido el don de la fe, conocemos el verdadero significado de esta celebración: cada Navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia
entren hasta el fondo de nuestra alma1.

Así nos lo recuerda la Iglesia repetidamente, a lo largo de estas semanas de preparación. Al comenzar el Adviento nos invitaba: vayamos con alegría al encuentro del Señor2. Y el Papa Benedicto XVI explica que la razón por la cual podemos caminar con alegría (...) es que ya está cerca nuestra salvación. El Señor viene. Con esta certeza emprendemos el itinerario del Adviento, preparándonos para celebrar con fe el acontecimiento extraordinario del Nacimiento del Señor.
 Durante las próximas semanas, día tras día, la liturgia propondrá a nuestra reflexión textos del Antiguo Testamento, que recuerdan el vivo y constante deseo que animó en el pueblo judío la espera de la venida del Mesías. También nosotros, vigilantes en la oración, tratemos de preparar nuestro corazón para acoger al Salvador, que vendrá a mostrarnos su misericordia y a darnos su salvación3.

Esforcémonos para seguir este consejo del Santo Padre, leyendo con atención los textos litúrgicos y meditándolos en la oración personal. Y os pido aún más: esforcémonos cada uno, singularmente, para lograr que se recupere el sentido cristiano de estas fechas en la sociedad. No consideremos esta aspiración como una utopía. Nuestro Padre solía comentar que "a contar, se comienza por uno", y luego se continúa. Quizá rememoraba lo que hubo de hacer cuando el Señor puso la Obra en su alma, en sus manos.

Y ese celo —el suyo— de los principios creció siempre en su actitud de permanente apostolado. Asimilemos esta disposición, porque todos podemos trabajar en la recristianización de este mundo nuestro. Cada una y cada uno a su alrededor, de modo semejante a la piedra caída en el agua, que causa una onda, y después otra, y otra...4. Ante la llegada del Señor, que viene a instaurar en el mundo la justicia y la paz, las expresiones de la Sagrada Escritura rebosan de júbilo. Mirad que vienen días —oráculo del Señor—, en que cumpliré la buena promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquel tiempo suscitaré a David un brote justo, que ejerza el derecho y la justicia en la tierra5.

1 San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 12.
2 Misal Romano, Domingo I de Adviento (A), Salmo responsorial.
3 Benedicto XVI, Homilía en el Domingo I de Adviento, 2-XII-2007.
4 Cfr. San Josemaría, Camino, n. 831.
5 Misal Romano, Domingo I de Adviento (C), Primera lectura (Jr 33, 14-15).

Esta venida del Señor será siempre actual, porque visita esta tierra especialmente con la celebración diaria del Santo Sacrificio de la Misa, y sale a nuestro encuentro con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma, con su Divinidad. De muchas maneras espirituales se acerca a nosotros a lo largo del año litúrgico; ahora, con la solemnidad del tiempo natalicio. Es tan fuerte su presencia que, aunque en algunos lugares intenten silenciarla, salta a la vista una realidad clara: el mundo "se para" porque es la Navidad. Cobra todo su relieve el canto del
salmo: alégrense los cielos y exulte la tierra, brame el mar y cuanto lo llena; que se gocen los campos y cuanto hay en ellos. Entonces exultarán todos los árboles del bosque ante el Señor, que ya viene6.

Hace veinte siglos, la llegada de Dios al mundo se realizó silenciosamente. Sólo los ángeles y un pequeño grupo de personas humildes —los pastores— compartieron con la Virgen y San José el gozo del nacimiento del Redentor. También ahora la constante venida del Señor se realiza en el silencio. Pero donde hay fe, donde su palabra se anuncia y se escucha, Dios reúne a los hombres y se entrega a ellos en su Cuerpo, los transforma en su Cuerpo. Él "viene". Y, así, el corazón de los hombres se despierta. El canto nuevo de los ángeles se convierte en canto de los hombres que, a lo largo de los siglos, y de manera siempre nueva, cantan la llegada de Dios como niño y se alegran desde lo más profundo de su ser7.

Tratemos de dar pleno sentido a los signos externos de estos días cristianamente festivos. Pongamos empeño —insisto— en devolver al ambiente de estas semanas su genuino significado. Siempre es posible, por ejemplo, difundir las tradicionales costumbres espirituales y devocionales propias de estas fechas: poner el Nacimiento en el hogar; visitar los belenes que se colocan en las iglesias y en otros lugares, quizá en compañía de otros miembros de la familia; destacar el sentido espiritual del árbol de Navidad y de los regalos propios de estas fechas, que son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes...

En el segundo domingo de Adviento nos topamos de nuevo con la llamada al gozo sobrenatural ante el inminente Nacimiento de Jesús. En esta ocasión, el profeta Baruc se dirige a Jerusalén —figura del alma que espera en el Señor— y le anuncia: quítate el vestido de luto y de tu aflicción y vístete de gala, de la gloria que Dios te otorga para siempre.

Envuélvete con el manto de la justicia de Dios, ponte en la cabeza la corona gloriosa del Eterno8. El Señor nos promete una alegría plena y eterna, que no se acabará nunca, si nos esmeramos en cumplir con amor sus mandamientos; si volvemos a Él una vez y otra mediante el arrepentimiento, cuando no hayamos sabido comportarnos como hijos buenos.

La alegría, el optimismo sobrenatural y humano —escribe San Josemaría—, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas —porque tenemos corazón—, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica9.
¿Sacamos partido de estas y de otras circunstancias personales para dar buena acogida al

6 Misal Romano, Natividad del Señor, Misa de medianoche, Salmo responsorial (Sal 95 [96] 11-13).
7 Benedicto XVI, Homilía en la Natividad del Señor, 25-XII-2008.
8 Misal Romano, Domingo II de Adviento (C), Primera lectura (Ba 5, 1-2).
9 San Josemaría, Forja, n. 290.

Señor? ¿Con qué devoción acudimos a Santa María y a San José, para que nos ayuden en nuestro caminar hacia Belén?
Incluso nuestras miserias personales —los pecados y faltas de los que no está exenta ninguna criatura en la tierra— han de servirnos de trampolín para lanzarnos con más confianza y amor a Dios Nuestro Señor, que nos ofrece constantemente su perdón, especialmente en el sacramento de la Penitencia. No cabe olvidar que el optimismo cristiano no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien.
Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las llamadas de Dios10. De este modo se aposenta en nuestras almas la verdadera alegría, que se identifica con el gozo de estar con el Señor. Era muy hondo el contento de nuestro Padre, mientras esperaba que Cristo llegase a nosotros en Navidad.

Toda esta alegría se ha cumplido plenamente en la Santísima Virgen, como nos recuerda la solemnidad de la Inmaculada Concepción. En esa gran fiesta, la Iglesia pone en labios de nuestra Madre unas palabras del profeta Isaías: reboso de gozo en el Señor, y mi alma se alegra en mi Dios, porque me ha vestido con ropaje de salvación, me ha envuelto con manto de justicia, como novia que se adorna con sus joyas11.

¡Qué júbilo debe producirnos ver a la Virgen tan cerca de Dios, glorificada en alma y cuerpo, y al mismo tiempo tan próxima a nosotros! Desde el Cielo, cuida de cada una y de cada uno, sigue nuestros pasos y nos alcanza de su Hijo todas las gracias que necesitamos. Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos en María, comenta el Papa. El hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está también tan cerca de los hombres. Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque Ella lo comprende todo y es para todos la fuerza abierta de la bondad creadora12.

La alegría litúrgica del Adviento estalla de modo incontenible al llegar la tercera semana, en el domingo llamado Gaudete a causa de las palabras con las que comienza la antífona de entrada: Gaudete in Domino semper: iterum dico, gaudete. Dominus enim prope est13; alegraos siempre en el Señor, os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Viene a salvarnos de nuestros pecados; ésta es la raíz del característico alborozo de la Navidad. Canta de gozo, hija de Sión, alborózate, Israel, alégrate y disfruta de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor revocó tu sentencia, echó fuera a tus enemigos; el Señor, Rey de Israel, está en medio de ti14.

10 San Josemaría, Forja, n. 659.
11 Misal Romano, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Antífona de entrada (Is
61, 10).
12 Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad de la Inmaculada, 8-XII-2005.
13 Misal Romano, Domingo III de Adviento, Antífona de entrada (Flp 4, 4-5).
14 Misal Romano, Domingo III de Adviento (C), Primera lectura (So 3, 14-15).

En ocasiones, a la vista de las penas y desgracias que afectan a gran parte de la humanidad, podría insinuarse en el alma la tentación de la tristeza, del pesimismo, o al menos del desánimo. Hay muchas situaciones de violencia y de injusticia que es preciso remediar; son innumerables las personas que, en el mundo entero, carecen de lo más necesario para llevar una vida humana digna. Y, sobre todo, ¡hay tanta falta de amor en los
corazones, tanto olvido de Dios, tantos egoísmos más o menos encubiertos! Nada de esto, sin embargo, debe apabullar a un hombre o a una mujer de fe. Al contrario, ha de impulsarnos a redoblar los esfuerzos, con la ayuda de la gracia, para sembrar con más abundancia la caridad en las relaciones humanas. María lleva la felicidad del Cielo a la casa de Isabel; tú y yo, ¿cómo actuamos para que los demás se beneficien de la cercanía de Jesús?

Escuchemos el consejo que daba San Josemaría: reconozcamos nuestras enfermedades, pero confesemos el poder de Dios. El optimismo, la alegría, el convencimiento firme de que el Señor quiere servirse de nosotros, han de informar la vida cristiana. Si nos sentimos parte de esta Iglesia Santa, si nos consideramos sostenidos por la roca firme de Pedro y por la acción del Espíritu Santo, nos decidiremos a cumplir el pequeño deber de cada instante: sembrar cada día un poco. Y la cosecha desbordará los graneros15.

Miremos el ejemplo de la Virgen. ¿Qué relevancia tenía a los ojos humanos una doncella, casi una niña, de un lugar tan desconocido como Nazaret? Y, sin embargo, Dios se fijó en Ella y la convirtió en Madre del Verbo encarnado y redentor. Contemplémosla otra vez en la escena de la Visitación a Santa Isabel, como nos propone el IV Domingo de Adviento en el Evangelio. El cántico del Magnificat, fruto del trato habitual de Nuestra Señora con Dios, alimentado por su familiaridad con la Sagrada Escritura, se nos revela como un canto de absoluta confianza en el poder de Dios y, por tanto, repleto de un júbilo santo.

Nuestra Madre ha meditado largamente las palabras de las mujeres y de los hombres santos del Antiguo Testamento, que esperaban al Salvador, y los sucesos de que han sido protagonistas. Ha admirado aquel cúmulo de prodigios, el derroche de la misericordia de Dios con su pueblo, tantas veces ingrato. Al considerar esta ternura del Cielo, incesantemente renovada, brota el afecto de su Corazón inmaculado: mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu está transportado de gozo en el Dios salvador mío; porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava (Lc 1, 46-48). Los hijos de esta Madre buena, los primeros cristianos, han aprendido de Ella, y también nosotros podemos y debemos aprender16.

Hagamos nuestra la lección de María. El Señor ha dado a los cristianos el mundo por heredad17, y estamos seguros de que su palabra se cumplirá con nuestra colaboración, porque Él ha querido —en su bondad— contar con cada uno de nosotros. Por eso hemos de ser optimistas, pero con un optimismo que nace de la fe en el poder de Dios —Dios no

15 San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 160.
16 San Josemaría, Amigos de Dios, n. 241.
17 Cfr. Sal 2, 8.

pierde batallas—, con un optimismo que no procede de la satisfacción humana, de una complacencia necia y presuntuosa18.

Sigamos rezando por el Papa, por sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia, por los obispos y sacerdotes. Especialmente en este Año sacerdotal roguemos que el Señor conceda a la Iglesia muchos ministros santos. Como explicaba el Santo Cura de Ars a sus feligreses, «el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. Cuando veáis a un sacerdote, pensad en Nuestro Señor Jesucristo»19.

En los días pasados realicé un viaje a Córdoba, invitado por el Administrador Apostólico para hablar al clero de la Diócesis en el contexto del Año sacerdotal, y para bendecir juntos la imagen de San Josemaría que se ha colocado en la parroquia de San Nicolás; en ese templo, nuestro Fundador rezó el 20 de abril de 1938, durante su primer viaje a esa ciudad andaluza. También tuve ocasión de reunirme con muchísimas personas hombres y mujeres, jóvenes y personas mayores— que participan en la labor apostólica del Opus Dei. Luego marché a Pamplona, y desde ahí he regresado a la Ciudad Eterna. Como siempre, he realizado estos viajes muy unido a cada uno de vosotros y a los viajes de nuestro Padre, dando gracias a Dios porque la semilla que San Josemaría sembró en solitario ha crecido de modo admirable, por la fuerza de la gracia de Dios.
Con todo cariño, os bendice y os desea una santa y feliz Navidad
vuestro Padre
+ Javier
Roma, 1 de diciembre de 2009.

martes, 8 de diciembre de 2009

CANTICO DE LA VIRGEN MARIA





Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amen.



Evangelio según San Lucas 1,26-38.

En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado  Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó. 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Damasceno (hacia 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía para la Natividad de la Virgen 




«Ahora hago el universo nuevo» (Ap 21,5)


     Hoy, el Creador de todas las cosas, el Verbo de Dios, ha hecho una obra nueva, salida del corazón del Padre para ser escrita, como con una caña, por el Espíritu que es la lengua de Dios... Hija santísima de Joaquín y Ana, que has escapado a las miradas de los Principados y de las Fuerzas y «de las flechas incendiarias del Maligno» (Col 1,16; Ef 6,16), has vivido en la cámara nupcial del Espíritu, y has sido guardada intacta para ser la esposa de Dios y Madre de Dios a través de la naturaleza... Hija amada de Dios, honor de tus padres, generaciones y generaciones te llamaran bienaventurada, como con verdad lo has afirmado (Lc 1,48). ¡Digna hija de Dios, belleza de la naturaleza humana, rehabilitación de Eva nuestra primera madre! Porque por tu nacimiento se ha levantado la que había caído... Si por la primera Eva «entró el pecado en el mundo» (Sab 2,24; Rm 5,12), porque se puso al servicio de la serpiente, María, que se hizo la servidora de la voluntad divina, engañó a la serpiente engañosa e introdujo en el mundo la inmortalidad.

     Tú eres más preciosa que toda la creación, porque sólo de ti compartió las primicias de nuestra humanidad. Su carne fue hecha de tu carne, su sangre de tu sangre; Dios se alimentó de tu leche, y tus labios tocaron los labios de Dios... En la presciencia de tu dignidad, el Dios del universo te amó; tal como te amó, te predestinó y «al final de os tiempos» (1P 1,20) te llamó a la existencia...

     Que Salomón, el gran sabio, se calle; que ya no vuelva a decir:«No hay nada nuevo bajo el sol» (Eccl 1,9).





TEXTOS
2009/12/08

“Canta ante la Virgen Inmaculada”
Dios Omnipotente, Todopoderoso, Sapientísimo, tenía que escoger a su Madre. ¿Tú, qué habrías hecho, si hubieras tenido que escogerla? Pienso que tú y yo habríamos escogido la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Dios. Por tanto, después de la Santísima Trinidad, está María. –Los teólogos establecen un razonamiento lógico de ese cúmulo de gracias, de ese no poder estar sujeta a satanás: convenía, Dios lo podía hacer, luego lo hizo. Es la gran prueba. La prueba más clara de que Dios rodeó a su Madre de todos los privilegios, desde el primer instante. Y así es: ¡hermosa, y pura, y limpia en alma y cuerpo! (Forja, 482)

Eres toda hermosa, y no hay en ti mancha. –Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. –Veni: coronaberis. –Ven: serás coronada. (Cant., IV, 7, 12 y 8.)

Si tú y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado.

Una gran señal apareció en el cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. –Vestido de sol. –La luna a sus pies. (Apoc., XII, 1) María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva: y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal. Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como Emperatriz que es del Universo.

Y le rinden pleitesía de vasallos los Ángeles..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y yo. (Santo Rosario, 5º misterio glorioso) [Subir]

       http://www.opusdei.org.pe/art.php?p=18283

AVE MARIA GRATIA PLENA, DOMINUS TECUM

http://groups.msn.com/CRISTOAMIGO60893 Fundado el 6 el Agosto en la Fiesta de la Transfiguración del Señor a la fecha, 15 años después muchos perseveran en ese CAMINO VERDAD Y VIDA. A casi un mes de su celebración esperamos la acogida de todos. Saludos