jueves, 24 de diciembre de 2009

LA NATIVIDAD DE JESUS SEGUN LA BIBLIA: FELIZ NAVIDAD

jueves 24 Diciembre 2009

Solemnidad de la Natividad del Señor: Misa del medianoche

Evangelio según San Lucas 2,1-14.

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por San Alfonso María de Ligorio : «Os anuncio una buena noticia, un gran gozo para todo el pueblo» :

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia
Palabras para la novena de Navidad, nº 10


«Os anuncio una buena noticia, un gran gozo para todo el pueblo»



     «Os anuncio una gran alegría.» Estas son las palabras que dijo el ángel a los pastores de Belén. Os las repito hoy a vosotros, almas fieles: os traigo una noticia que os causará una gran alegría. ¿Puede haber, para unos pobres exiliados, condenados a muerte, una noticia más dichosa que la de la aparición de su Salvador, que ha venido no tan sólo para librarles de la muerte, sino para que puedan retornar a su patria? Esto es lo que vengo a anunciaros: «Os ha nacido un Salvador»...

     Cuando un monarca hace su primera entrada en una ciudad de su reino, se le tributan los más grandes honores: ¡cuánta decoración, cuántos arcos triunfales! Prepárate, pues, dichosa villa de Belén, a recibir dignamente a tu Rey... Has de saber, dice el profeta (Mi 5,1), que entre todas las ciudades de la tierra tú eres la más favorecida puesto que el Rey del cielo te ha escogido a ti como lugar de su nacimiento aquí en la tierra, a fin de reinar, seguidamente, no sólo en Judea, sino en los corazones de los hombres de todo lugar... ¡Qué habrán dicho los ángeles viendo a la Madre de Dios entrar en una gruta para, allí, dar a luz al Rey de reyes! Los hijos de los príncipes vienen al mundo en habitaciones resplandecientes de oro...; y quedan rodeados por los más altos dignatarios del reino. El Rey del cielo, quiere nacer en un establo frío y sin lumbre; para cubrirse no tiene más que unos pobres jirones de ropa; para descansar sus miembros sólo un miserable pesebre con un poco de paja...

     ¡Ah! Reflexionar sobre el nacimiento de Jesucristo y las circunstancias que le acompañaron, debería abrasarnos en amor; y pronunciar las palabras gruta, pesebre, paja, leche, vagidos, poniendo delante nuestros ojos al Niño de Belén, deberían ser para nosotros otras tantas flechas encendidas hiriendo enteramente de amor nuestros corazones. ¡Dichosa gruta, pesebre, paja! Pero mucho más dichosas la almas que aman con fervor y ternura a este Señor tan digno de amor y que ardiendo en caridad, le reciben en la santa comunión. ¡Con qué arrebato, con qué gozo viene Jesús a descansar en el alma que le ama verdaderamente!


miércoles, 16 de diciembre de 2009

FELIZ NAVIDAD





Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Se avecina otra vez, con su novedad maravillosa, la Navidad; una fiesta que se celebra en casi todas partes; también en lugares donde apenas se conoce a Cristo. Para muchos —y causa pena—, se limita a una ocasión de hacer y recibir regalos, de tomarse unos días de descanso, o, sencillamente, de pasar más tiempo en familia. Los que hemos recibido el don de la fe, conocemos el verdadero significado de esta celebración: cada Navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia
entren hasta el fondo de nuestra alma1.

Así nos lo recuerda la Iglesia repetidamente, a lo largo de estas semanas de preparación. Al comenzar el Adviento nos invitaba: vayamos con alegría al encuentro del Señor2. Y el Papa Benedicto XVI explica que la razón por la cual podemos caminar con alegría (...) es que ya está cerca nuestra salvación. El Señor viene. Con esta certeza emprendemos el itinerario del Adviento, preparándonos para celebrar con fe el acontecimiento extraordinario del Nacimiento del Señor.
 Durante las próximas semanas, día tras día, la liturgia propondrá a nuestra reflexión textos del Antiguo Testamento, que recuerdan el vivo y constante deseo que animó en el pueblo judío la espera de la venida del Mesías. También nosotros, vigilantes en la oración, tratemos de preparar nuestro corazón para acoger al Salvador, que vendrá a mostrarnos su misericordia y a darnos su salvación3.

Esforcémonos para seguir este consejo del Santo Padre, leyendo con atención los textos litúrgicos y meditándolos en la oración personal. Y os pido aún más: esforcémonos cada uno, singularmente, para lograr que se recupere el sentido cristiano de estas fechas en la sociedad. No consideremos esta aspiración como una utopía. Nuestro Padre solía comentar que "a contar, se comienza por uno", y luego se continúa. Quizá rememoraba lo que hubo de hacer cuando el Señor puso la Obra en su alma, en sus manos.

Y ese celo —el suyo— de los principios creció siempre en su actitud de permanente apostolado. Asimilemos esta disposición, porque todos podemos trabajar en la recristianización de este mundo nuestro. Cada una y cada uno a su alrededor, de modo semejante a la piedra caída en el agua, que causa una onda, y después otra, y otra...4. Ante la llegada del Señor, que viene a instaurar en el mundo la justicia y la paz, las expresiones de la Sagrada Escritura rebosan de júbilo. Mirad que vienen días —oráculo del Señor—, en que cumpliré la buena promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquel tiempo suscitaré a David un brote justo, que ejerza el derecho y la justicia en la tierra5.

1 San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 12.
2 Misal Romano, Domingo I de Adviento (A), Salmo responsorial.
3 Benedicto XVI, Homilía en el Domingo I de Adviento, 2-XII-2007.
4 Cfr. San Josemaría, Camino, n. 831.
5 Misal Romano, Domingo I de Adviento (C), Primera lectura (Jr 33, 14-15).

Esta venida del Señor será siempre actual, porque visita esta tierra especialmente con la celebración diaria del Santo Sacrificio de la Misa, y sale a nuestro encuentro con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma, con su Divinidad. De muchas maneras espirituales se acerca a nosotros a lo largo del año litúrgico; ahora, con la solemnidad del tiempo natalicio. Es tan fuerte su presencia que, aunque en algunos lugares intenten silenciarla, salta a la vista una realidad clara: el mundo "se para" porque es la Navidad. Cobra todo su relieve el canto del
salmo: alégrense los cielos y exulte la tierra, brame el mar y cuanto lo llena; que se gocen los campos y cuanto hay en ellos. Entonces exultarán todos los árboles del bosque ante el Señor, que ya viene6.

Hace veinte siglos, la llegada de Dios al mundo se realizó silenciosamente. Sólo los ángeles y un pequeño grupo de personas humildes —los pastores— compartieron con la Virgen y San José el gozo del nacimiento del Redentor. También ahora la constante venida del Señor se realiza en el silencio. Pero donde hay fe, donde su palabra se anuncia y se escucha, Dios reúne a los hombres y se entrega a ellos en su Cuerpo, los transforma en su Cuerpo. Él "viene". Y, así, el corazón de los hombres se despierta. El canto nuevo de los ángeles se convierte en canto de los hombres que, a lo largo de los siglos, y de manera siempre nueva, cantan la llegada de Dios como niño y se alegran desde lo más profundo de su ser7.

Tratemos de dar pleno sentido a los signos externos de estos días cristianamente festivos. Pongamos empeño —insisto— en devolver al ambiente de estas semanas su genuino significado. Siempre es posible, por ejemplo, difundir las tradicionales costumbres espirituales y devocionales propias de estas fechas: poner el Nacimiento en el hogar; visitar los belenes que se colocan en las iglesias y en otros lugares, quizá en compañía de otros miembros de la familia; destacar el sentido espiritual del árbol de Navidad y de los regalos propios de estas fechas, que son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes...

En el segundo domingo de Adviento nos topamos de nuevo con la llamada al gozo sobrenatural ante el inminente Nacimiento de Jesús. En esta ocasión, el profeta Baruc se dirige a Jerusalén —figura del alma que espera en el Señor— y le anuncia: quítate el vestido de luto y de tu aflicción y vístete de gala, de la gloria que Dios te otorga para siempre.

Envuélvete con el manto de la justicia de Dios, ponte en la cabeza la corona gloriosa del Eterno8. El Señor nos promete una alegría plena y eterna, que no se acabará nunca, si nos esmeramos en cumplir con amor sus mandamientos; si volvemos a Él una vez y otra mediante el arrepentimiento, cuando no hayamos sabido comportarnos como hijos buenos.

La alegría, el optimismo sobrenatural y humano —escribe San Josemaría—, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas —porque tenemos corazón—, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica9.
¿Sacamos partido de estas y de otras circunstancias personales para dar buena acogida al

6 Misal Romano, Natividad del Señor, Misa de medianoche, Salmo responsorial (Sal 95 [96] 11-13).
7 Benedicto XVI, Homilía en la Natividad del Señor, 25-XII-2008.
8 Misal Romano, Domingo II de Adviento (C), Primera lectura (Ba 5, 1-2).
9 San Josemaría, Forja, n. 290.

Señor? ¿Con qué devoción acudimos a Santa María y a San José, para que nos ayuden en nuestro caminar hacia Belén?
Incluso nuestras miserias personales —los pecados y faltas de los que no está exenta ninguna criatura en la tierra— han de servirnos de trampolín para lanzarnos con más confianza y amor a Dios Nuestro Señor, que nos ofrece constantemente su perdón, especialmente en el sacramento de la Penitencia. No cabe olvidar que el optimismo cristiano no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien.
Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las llamadas de Dios10. De este modo se aposenta en nuestras almas la verdadera alegría, que se identifica con el gozo de estar con el Señor. Era muy hondo el contento de nuestro Padre, mientras esperaba que Cristo llegase a nosotros en Navidad.

Toda esta alegría se ha cumplido plenamente en la Santísima Virgen, como nos recuerda la solemnidad de la Inmaculada Concepción. En esa gran fiesta, la Iglesia pone en labios de nuestra Madre unas palabras del profeta Isaías: reboso de gozo en el Señor, y mi alma se alegra en mi Dios, porque me ha vestido con ropaje de salvación, me ha envuelto con manto de justicia, como novia que se adorna con sus joyas11.

¡Qué júbilo debe producirnos ver a la Virgen tan cerca de Dios, glorificada en alma y cuerpo, y al mismo tiempo tan próxima a nosotros! Desde el Cielo, cuida de cada una y de cada uno, sigue nuestros pasos y nos alcanza de su Hijo todas las gracias que necesitamos. Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos en María, comenta el Papa. El hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está también tan cerca de los hombres. Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque Ella lo comprende todo y es para todos la fuerza abierta de la bondad creadora12.

La alegría litúrgica del Adviento estalla de modo incontenible al llegar la tercera semana, en el domingo llamado Gaudete a causa de las palabras con las que comienza la antífona de entrada: Gaudete in Domino semper: iterum dico, gaudete. Dominus enim prope est13; alegraos siempre en el Señor, os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Viene a salvarnos de nuestros pecados; ésta es la raíz del característico alborozo de la Navidad. Canta de gozo, hija de Sión, alborózate, Israel, alégrate y disfruta de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor revocó tu sentencia, echó fuera a tus enemigos; el Señor, Rey de Israel, está en medio de ti14.

10 San Josemaría, Forja, n. 659.
11 Misal Romano, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Antífona de entrada (Is
61, 10).
12 Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad de la Inmaculada, 8-XII-2005.
13 Misal Romano, Domingo III de Adviento, Antífona de entrada (Flp 4, 4-5).
14 Misal Romano, Domingo III de Adviento (C), Primera lectura (So 3, 14-15).

En ocasiones, a la vista de las penas y desgracias que afectan a gran parte de la humanidad, podría insinuarse en el alma la tentación de la tristeza, del pesimismo, o al menos del desánimo. Hay muchas situaciones de violencia y de injusticia que es preciso remediar; son innumerables las personas que, en el mundo entero, carecen de lo más necesario para llevar una vida humana digna. Y, sobre todo, ¡hay tanta falta de amor en los
corazones, tanto olvido de Dios, tantos egoísmos más o menos encubiertos! Nada de esto, sin embargo, debe apabullar a un hombre o a una mujer de fe. Al contrario, ha de impulsarnos a redoblar los esfuerzos, con la ayuda de la gracia, para sembrar con más abundancia la caridad en las relaciones humanas. María lleva la felicidad del Cielo a la casa de Isabel; tú y yo, ¿cómo actuamos para que los demás se beneficien de la cercanía de Jesús?

Escuchemos el consejo que daba San Josemaría: reconozcamos nuestras enfermedades, pero confesemos el poder de Dios. El optimismo, la alegría, el convencimiento firme de que el Señor quiere servirse de nosotros, han de informar la vida cristiana. Si nos sentimos parte de esta Iglesia Santa, si nos consideramos sostenidos por la roca firme de Pedro y por la acción del Espíritu Santo, nos decidiremos a cumplir el pequeño deber de cada instante: sembrar cada día un poco. Y la cosecha desbordará los graneros15.

Miremos el ejemplo de la Virgen. ¿Qué relevancia tenía a los ojos humanos una doncella, casi una niña, de un lugar tan desconocido como Nazaret? Y, sin embargo, Dios se fijó en Ella y la convirtió en Madre del Verbo encarnado y redentor. Contemplémosla otra vez en la escena de la Visitación a Santa Isabel, como nos propone el IV Domingo de Adviento en el Evangelio. El cántico del Magnificat, fruto del trato habitual de Nuestra Señora con Dios, alimentado por su familiaridad con la Sagrada Escritura, se nos revela como un canto de absoluta confianza en el poder de Dios y, por tanto, repleto de un júbilo santo.

Nuestra Madre ha meditado largamente las palabras de las mujeres y de los hombres santos del Antiguo Testamento, que esperaban al Salvador, y los sucesos de que han sido protagonistas. Ha admirado aquel cúmulo de prodigios, el derroche de la misericordia de Dios con su pueblo, tantas veces ingrato. Al considerar esta ternura del Cielo, incesantemente renovada, brota el afecto de su Corazón inmaculado: mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu está transportado de gozo en el Dios salvador mío; porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava (Lc 1, 46-48). Los hijos de esta Madre buena, los primeros cristianos, han aprendido de Ella, y también nosotros podemos y debemos aprender16.

Hagamos nuestra la lección de María. El Señor ha dado a los cristianos el mundo por heredad17, y estamos seguros de que su palabra se cumplirá con nuestra colaboración, porque Él ha querido —en su bondad— contar con cada uno de nosotros. Por eso hemos de ser optimistas, pero con un optimismo que nace de la fe en el poder de Dios —Dios no

15 San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 160.
16 San Josemaría, Amigos de Dios, n. 241.
17 Cfr. Sal 2, 8.

pierde batallas—, con un optimismo que no procede de la satisfacción humana, de una complacencia necia y presuntuosa18.

Sigamos rezando por el Papa, por sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia, por los obispos y sacerdotes. Especialmente en este Año sacerdotal roguemos que el Señor conceda a la Iglesia muchos ministros santos. Como explicaba el Santo Cura de Ars a sus feligreses, «el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. Cuando veáis a un sacerdote, pensad en Nuestro Señor Jesucristo»19.

En los días pasados realicé un viaje a Córdoba, invitado por el Administrador Apostólico para hablar al clero de la Diócesis en el contexto del Año sacerdotal, y para bendecir juntos la imagen de San Josemaría que se ha colocado en la parroquia de San Nicolás; en ese templo, nuestro Fundador rezó el 20 de abril de 1938, durante su primer viaje a esa ciudad andaluza. También tuve ocasión de reunirme con muchísimas personas hombres y mujeres, jóvenes y personas mayores— que participan en la labor apostólica del Opus Dei. Luego marché a Pamplona, y desde ahí he regresado a la Ciudad Eterna. Como siempre, he realizado estos viajes muy unido a cada uno de vosotros y a los viajes de nuestro Padre, dando gracias a Dios porque la semilla que San Josemaría sembró en solitario ha crecido de modo admirable, por la fuerza de la gracia de Dios.
Con todo cariño, os bendice y os desea una santa y feliz Navidad
vuestro Padre
+ Javier
Roma, 1 de diciembre de 2009.

martes, 8 de diciembre de 2009

CANTICO DE LA VIRGEN MARIA





Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amen.



Evangelio según San Lucas 1,26-38.

En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado  Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó. 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Damasceno (hacia 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía para la Natividad de la Virgen 




«Ahora hago el universo nuevo» (Ap 21,5)


     Hoy, el Creador de todas las cosas, el Verbo de Dios, ha hecho una obra nueva, salida del corazón del Padre para ser escrita, como con una caña, por el Espíritu que es la lengua de Dios... Hija santísima de Joaquín y Ana, que has escapado a las miradas de los Principados y de las Fuerzas y «de las flechas incendiarias del Maligno» (Col 1,16; Ef 6,16), has vivido en la cámara nupcial del Espíritu, y has sido guardada intacta para ser la esposa de Dios y Madre de Dios a través de la naturaleza... Hija amada de Dios, honor de tus padres, generaciones y generaciones te llamaran bienaventurada, como con verdad lo has afirmado (Lc 1,48). ¡Digna hija de Dios, belleza de la naturaleza humana, rehabilitación de Eva nuestra primera madre! Porque por tu nacimiento se ha levantado la que había caído... Si por la primera Eva «entró el pecado en el mundo» (Sab 2,24; Rm 5,12), porque se puso al servicio de la serpiente, María, que se hizo la servidora de la voluntad divina, engañó a la serpiente engañosa e introdujo en el mundo la inmortalidad.

     Tú eres más preciosa que toda la creación, porque sólo de ti compartió las primicias de nuestra humanidad. Su carne fue hecha de tu carne, su sangre de tu sangre; Dios se alimentó de tu leche, y tus labios tocaron los labios de Dios... En la presciencia de tu dignidad, el Dios del universo te amó; tal como te amó, te predestinó y «al final de os tiempos» (1P 1,20) te llamó a la existencia...

     Que Salomón, el gran sabio, se calle; que ya no vuelva a decir:«No hay nada nuevo bajo el sol» (Eccl 1,9).





TEXTOS
2009/12/08

“Canta ante la Virgen Inmaculada”
Dios Omnipotente, Todopoderoso, Sapientísimo, tenía que escoger a su Madre. ¿Tú, qué habrías hecho, si hubieras tenido que escogerla? Pienso que tú y yo habríamos escogido la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Dios. Por tanto, después de la Santísima Trinidad, está María. –Los teólogos establecen un razonamiento lógico de ese cúmulo de gracias, de ese no poder estar sujeta a satanás: convenía, Dios lo podía hacer, luego lo hizo. Es la gran prueba. La prueba más clara de que Dios rodeó a su Madre de todos los privilegios, desde el primer instante. Y así es: ¡hermosa, y pura, y limpia en alma y cuerpo! (Forja, 482)

Eres toda hermosa, y no hay en ti mancha. –Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. –Veni: coronaberis. –Ven: serás coronada. (Cant., IV, 7, 12 y 8.)

Si tú y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado.

Una gran señal apareció en el cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. –Vestido de sol. –La luna a sus pies. (Apoc., XII, 1) María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva: y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal. Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como Emperatriz que es del Universo.

Y le rinden pleitesía de vasallos los Ángeles..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y yo. (Santo Rosario, 5º misterio glorioso) [Subir]

       http://www.opusdei.org.pe/art.php?p=18283

domingo, 29 de noviembre de 2009

CRISTO VIENE Y LLEGA PRONTO, PREPAREMOS SU LLAEGADA MIENTRAS PREPARAMOS LA NAVIDAD

Ha llegado el Adviento”

Ha llegado el Adviento. ¡Qué buen tiempo para remozar el deseo, la añoranza, las ansias sinceras por la venida de Cristo!, ¡por su venida cotidiana a tu alma en la Eucaristía! –«Ecce veniet!» –¡que está al llegar!, nos anima la Iglesia. (Forja, 548)


Comienza el año litúrgico, y el introito de la Misa nos propone una consideración íntimamente relacionada con el principio de nuestra vida cristiana: la vocación que hemos recibido. Vias tuas, Domine, demonstra mihi, et semitas tuas edoce me (Ps XXIV, 4.); Señor, indícame tus caminos, enséñame tus sendas. Pedimos al Señor que nos guíe, que nos muestre sus pisadas, para que podamos dirigirnos a la plenitud de sus mandamientos, que es la caridad (Cfr. Mt XXII, 37; Mc XII, 30; Lc X, 27.).

Me figuro que vosotros, como yo, al pensar en las circunstancias que han acompañado vuestra decisión de esforzaros por vivir enteramente la fe, daréis muchas gracias al Señor, tendréis el convencimiento sincero –sin falsas humildades– de que no hay mérito alguno por nuestra parte. Ordinariamente aprendimos a invocar a Dios desde la infancia, de los labios de unos padres cristianos; más adelante, maestros, compañeros, conocidos, nos han ayudado de mil maneras a no perder de vista a Jesucristo. (Es Cristo que pasa, 1)

ES DIOS QUE TOCA LA PUERTA


Principio del formulario

En la Clínica de un famoso Cirujano Cardiovascular, entra la secretaria y le anuncia que un viejito, muy pobre, deseaba consultarle, recomendado por un médico del hospital público. https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdQEVQ4Ohy_iUV0kzH4eoRBwQkpiE3eSHEB27z95nIzTbKg0QcMZpuwEDQCkp_yNsVOrezwnA1p7m2wIPh3JyVRVaGxebPnr57WT8SyUR96sV_BfLNp_3_APz-AKaqP-BqR9AC_GBk6RAR/s200/Doctor.jpg
-El doctor dice que lo atenderá una vez que haya atendido a todos los clientes particulares o con órdenes médicas.

Después de 2 horas de espera, el médico recibe al anciano y éste le explica la razón de su visita:

- El médico del hospital público me ha enviado a Ud. porque únicamente un médico de su prestigio podría solucionar mi problema cardíaco y en su clínica poseen los equipos necesarios para llevar a cabo esta operación.

El médico ve los estudios y coincide con el colega del hospital. Luego, pregunta al anciano que institución del estado o empresa de seguros le costearía la operación. Este le contesta:
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiT8xk7-Jm7UU1CCEEhuGnM8IL6nRQP2lA_Nwh5l4H3xTW9uMPOzrgwwxtIjLp9gl4wSlO8NfiduT7S3LSfW-jIs77u2ZVvopkYJ8NTXeDVSaKazcp4478iyBK6MS0pMnhRlpCjOLKa2dfP/s200/Anciano.jpg
- “Ahí está el problema doctor yo no estoy respaldado por ninguna de estas instituciones y tampoco dinero. Como verá, soy muy pobre y para peor, sin familia. Lo que pido, se que es mucho, pero tal vez entre sus colegas y usted puedan ayudarme…

El médico no lo dejó terminar la frase. Estaba indignado con el colega del hospital. Lo envió de regreso con una nota explicándole que su “Clínica era Privada y de mucho prestigio, por lo tanto no podía acceder a su pedido.” El había estudiado y trabajado duro estos años para instalar su clínica y ganar el prestigio y los bienes que tenía.

Cuando el anciano se retiró. El médico se percató que había olvidado un carpeta con unas poesías y una frase suelta que le llamó mucho la atención. La frase decía:

“El órgano que mejor habla es el corazón” y firmaba Jean Marcel. Esta frase le gustó mucho al médico, pero lo que más le gustó fue el nombre del autor de ella: Jean Marcel. Le hacía recordar su niñez y juventud, pues en la primaria, la maestra les leía sus hermosos cuentos.

En la secundaria, la profesora de Literatura les enseñaba bellísimas poesías y fue con una de ellas que, al dedicarle a una de sus compañeras, se enamoró y esta fue su primera novia.

“¿Como olvidar todo eso si fue parte de lo mejor de su infancia?”

A la semana siguiente, al final de la tarde, la secretaria entró con el periódico vespertino y compungida le dijo al médico:

- Se enteró doctor? Hoy encontraron muerto a Jean Marcel en un banco de la plaza, tenía 88 años el pobre.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLpDmzheB4BZ7P9m_0BW7sqV7b-yZPsabIDW84xiK1SeP9n0KFxvSLFDoYBD5lL9442FyAL1GoUPjkxjB7OmsSAIZkh1c0QXA7mOf9c9ucvRnXKOIPk35yU4ZekvMhq39AA4XoW4J20l68/s200/Anciano-parque.jpgEl médico suspiró de pena y contestó:

- Hombres como él no deberían morir, que Dios lo tenga en Paz, me hubiera gustado conocerlo.

- Pero, ¿no lo recuerda? -le dice la secretaria- y mostrándole la foto del periódico le dice: era el viejito que vino la semana pasada a consultarle. Era un conocido escritor, solitario y bohemio. No tenía parientes y…..

El médico no la dejó terminar. Le pidió que se retirara y sentándose con los brazos cruzados en el escritorio, lloró y lloró como nunca lo había hecho, como el niño que llevaba escondido en su alma.

Largo tiempo estuvo en el silencio de su consultorio. Luego, que secó las lágrimas de su escritorio, levanto sus ojos como buscando a Dios mientras decía:

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNncGgjubT-9qzUugR2376JfhU6SHcshq4dXRbAUoTz7f0bAWSkDSOfrPMzaYEEalmyvLh6zyJtSkF4ZCXv6IaBjmUqCmbgLJy8deKYKANEVnf5fUzHh3GoNTX8eTOOPAlx38bog8ojJRz/s200/Perdon....jpg- Perdón Señor, no soy digno de ti, no soy digno de que me mires. Todo lo que tengo te lo debo. Me enviaste a un pobre y me habló con la voz del corazón. Yo lo escuche con el oído del egoísmo… mi vergüenza es grande… Perdóname Señor porque no te atendí…

Con el correr de los años, la “Clínica Jean Marcel”, como se llama desde entonces, se hizo muy famosa. El médico habilitó una sección para la atención de los pacientes sin ordenes médicas y él personalmente practica las operaciones.


Es necesario entender que Dios nos presenta la oportunidad de servirle generalmente en las personas mas necesitadas, y que no necesariamente nos vamos a enterar anticipadamente del momento de su visita, ni de la forma o apariencia suya. Esta es la vida realmente, tender la mano al que lo requiere y cuando lo necesite.

Lo otro es encerrarnos en nosotros mismos, pensar solo en lo que nos agrada y ser indiferentes al mal del prójimo, eludiendo así nuestra verdadera vida o responsabilidad. 
 


 
DAGOBERTO API VILELA

lunes, 23 de noviembre de 2009

DESCARGUE E IMPRIMA LA NOVENA DE LOS ENFERMOS




Desde el día de su fallecimiento, el 26 de junio de 1975, comenzaron a llegar a la sede de la Prelatura del Opus Dei, en Roma, desde todas las partes del mundo, relatos de favores atribuidos a la intercesión de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer: conversiones, decisiones de practicar a fondo la fe cristiana, curaciones, favores materiales... Es el eco de una devoción que la Santa Sede ha calificado como “un auténtico fenómeno de piedad popular”.

Presentamos aquí la "Novena de los enfermos" publicada en Brasil por el Padre Francisco Faus.

Lo que movió al autor a escribirla fue el cariño al Fundador del Opus Dei, con quien convivió durante dos años en Roma (de octubre 1953 a julio de 1955) y luego en Brasil (durante mayo-junio de 1974). Este amor filial, por quien siempre vió como padre -el Padre- y la devoción que le tiene -como tantos otros miles de personas- le impulsó a preparar estas publicaciones.

"Pensé que podrían acercar a muchas personas, de modo popular, sencillo y asequible, al conocimiento de las enseñanzas de San Josemaría, y también a la ayuda de su intercesión."

NOTAS:
Es un tesoro valioso estar al lado de los que sufren, por que no hay camino de sufrimiento donde especialmente el hombre se encuentra con Dios que en el SUFRIMIENTO HUMANO.
"BENDITO SEA EL DOLOR, AMADO SEA EL DOLOR, GLORIFICADO SEA EL DOLOR", que fue el dolor y sacrificio de nuestro Señor Jesucristo por el que nos ofreció y nos ofrece su obra redentora; y nosotros cristianos solo a través de nuestro sufrimiento ofrecemos nuestra misión co-rendetora con Cristo, y hemos de abrazar nuestra cruz bendita del dolor, de la enfermedad, de la crisis, la ausencia, la carestía, como Cristo abrazó la suya.
Asi que hagamos la  "Novena de los enfermos"  cuando tengamos un ser querido enfermo, con alegría sabiendo que su enfermedad nos acerca a todos a Dios.
fuente: OPUS DEI

martes, 17 de noviembre de 2009

MASTER EN MATRIMONIO Y FAMILIA

HOY MAS QUE NUNCA SE NECESITA (VEALA EN LA PAGINA OFICIAL DEL OPUS DEI)

Matrimonio y familia: Reto universitario para el siglo XXI

El Master en Matrimonio y Familia “es un programa riguroso, flexible y personalizado, que permite evaluar, educar y asesorar en el buen desarrollo de las relaciones conyugales y familiares”, afirma Javier Escrivá, director de esta iniciativa de la Universidad de Navarra (España).

13 de noviembre de 2009

“El equipo del master ‘online’ recibe más de un centenar de solicitudes al año procedentes de más de 30 países de los 5 continentes”, comenta Rosario Ruiz, administrativa del Instituto de Ciencias para la Familia. Este programa de postgrado, título propio de la Universidad de Navarra e inspirado en sus inicios en las enseñanzas de San Josemaría, pretende formar especialistas que, desde sus campos de origen, sepan enfrentarse a las cuestiones que plantea la vida matrimonial y familiar. 

  
Alumnos de la VIII Promoción del Máster
“El Master Universitario en Matrimonio y Familia, no es sólo un empeño docente, más o menos brillante”, indica Javier Escrivá. “Es un gran reto de investigación, de docencia y de tecnología”. En definitiva, “es un gran reto universitario para el siglo XXI”. En este programa “se aúnan con naturalidad tres grandes objetivos de la Universidad de Navarra: la vocación interdisciplinar, la familia como línea de investigación y la presencia de la Universidad en la Red”, argumenta el director del master.

VARIADAS SALIDAS PROFESIONALES

  
Algunos alumnos del Máster
“No cabe duda -dice el director del master- de que la calidad de este proyecto abre unas perspectivas profesionales inéditas”. Y es que, los graduados del master se incorporan a centros de orientación y asesoramiento familiar, gabinetes de psicología y terapia familiar, gabinetes de comunicación, dirección de centros e institutos de ciencias para la familia, etc.  Para Escrivá, “hoy no basta con la buena voluntad para estudiar y trabajar en el ámbito familiar, se requiere una formación profesional del más alto nivel”.

UNIVERSIDAD EN LA RED

  
Acto de graduación del Máster Universitario en Matrimonio y Familia
Esta propuesta universitaria (www.unav.es/icf/master) se dirige a licenciados o diplomados, profesionales del mundo del derecho, medicina, comunicación, sociología, mediación familiar…, y a otros profesionales afines a la materia del master y que no posean título universitario. 

En cuanto a la metodología docente, Javier Escrivá explica cómo este master combina “dos modalidades de estudio: a distancia y presencial”. La docencia a través de Internet se desarrolla sobre “una plataforma educativa eficaz, basada en el concepto de aula virtual: Un espacio en el que interactúan los distintos colectivos que componen el master: estudiantes, profesorado y personal de gestión”. Por tanto, la metodología de estudio se basa en el aprendizaje por trabajo personal.
  
Clase presencial en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra

Esta universidad en la Red dispone también de servicios que permiten a los alumnos beneficiarse de asesoramiento personal para cada asignatura; consultar el calendario, plazos de entrega, fechas de exámenes; un glosario de conceptos; cuestionarios para autoevaluarse, debatir con sus compañeros y profesores o, incluso, “tomarse un respiro” y hablar de cuestiones no estrictamente académicas en un espacio dedicado a la Cafetería. Este sistema posibilita una relación muy fluida profesor-alumno, así como una completa gama de materiales y contenidos de estudio digitalizados.

INTERDISCIPLINAR

A través de 36 profesores y asignaturas, 14 departamentos y 9 Facultades de la Universidad de Navarra se ofrece una visión integral del matrimonio y la familia. Esta visión es tomada desde áreas científicas como: Humanidades básicas, Política y Derecho, Historia, Sociología, Economía, Educación, Teología, Psicopatología y Terapia familiar.


DATOS DE INTERÉS DEL MMF

Duración: 2 cursos académicos
Créditos: 120 ECTS
Fecha de inicio: octubre
Idioma: Español
Número de plazas: 40
Contenidos del master en soporte digital 
Número de registros de la web del máster: 76.069
Páginas en formato pdf: 11.348
Número graduados y alumnos: 349 alumnos graduados y 45 alumnos.
Procedencia de los alumnos: Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Congo, Costa Rica, Ecuador, EEUU, El Salvador, España, Filipinas, Guatemala, Honduras, Irlanda, Italia, Kenia, Lituania, México, Nicaragua, Perú, Portugal, Puerto Rico, Rusia, Singapur, Suiza, Uruguay, Venezuela.

domingo, 1 de noviembre de 2009

2 de noviembre CONMEMORACION DE LOS FIELES DIFUNTOS Y 1 DE NOVIEMBRE DIA DE TODOS LOS SANTOS

La Conmemoración de los Fieles Difuntos del día2 de noviembre ha hecho que se pierda de vista la verdadera fiesta de Todos los Santos, mientras que rogamos por nuestros fieles difuntos, in memoriam los hacemos presentes en el hoy; pedimos la intercesión de los todos los Santos mientras dura nuestro paso en ésta tierra. Aquí dos lecturas que nos podrán mostrar la diferencia...
Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino
Evangelio Lc 23,33.39-43:

Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección. Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.

Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.

Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía: no estamos solos ante el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y nuestros difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal".


Alegraos y regocijaos
Evangelio Mt 5,1-12a:

Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.

Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.

Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.

martes, 27 de octubre de 2009

AL OLVIDO DE SI SE LLEGA POR LA ORACION


“Al olvido de sí se llega por la oración”
La mayor parte de los que tienen problemas personales, “los tienen” por el egoísmo de pensar en sí mismos. (Forja, 310)

Cada uno de vosotros, si quiere, puede encontrar el propio cauce, para este coloquio con Dios. No me gusta hablar de métodos ni de fórmulas, porque nunca he sido amigo de encorsetar a nadie: he procurado animar a todos a acercarse al Señor, respetando a cada alma tal como es, con sus propias características. Pedidle que meta sus designios en nuestra vida: no sólo en la cabeza, sino en la entraña del corazón y en toda nuestra actividad externa. Os aseguro que de este modo os ahorraréis gran parte de los disgustos y de las penas del egoísmo, y os sentiréis con fuerza para extender el bien a vuestro alrededor. ¡Cuántas contrariedades desaparecen, cuando interiormente nos colocamos bien próximos a ese Dios nuestro, que nunca abandona! Se renueva, con distintos matices, ese amor de Jesús por los suyos, por los enfermos, por los tullidos, que pregunta: ¿qué te pasa? Me pasa... Y, enseguida, luz o, al menos, aceptación y paz.

Al invitarte a esas confidencias con el Maestro me refiero especialmente a tus dificultades personales, porque la mayoría de los obstáculos para nuestra felicidad nacen de una soberbia más o menos oculta. Nos juzgamos de un valor excepcional, con cualidades extraordinarias; y, cuando los demás no lo estiman así, nos sentimos humillados. Es una buena ocasión para acudir a la oración y para rectificar, con la certeza de que nunca es tarde para cambiar la ruta. Pero es muy conveniente iniciar ese cambio de rumbo cuanto antes. (Amigos de Dios, 249) [Subir] 

domingo, 11 de octubre de 2009

SE REQUIERE UNA CAMPAÑA CONTRA LOS ABORTISTAS.




No está bien toda norma que apruebe la despenalización del aborto, significa que disponer la vida de un embrión fecundado, y  mientras dura su vida fetal; no constituye delito.
¿Qué diferencia hay entre disponer la vida en los primeros días de fecundado, y el hecho de disponerla después de nacido?. Tan aberrante es lo primero como le segundo.
SE TRATA DE DEFENDER LA VIDA.
La sociedad y los mismo cristianos no reaccionan como debieran frente a un tema que no debe pasar por desapercibido, y es se requiere una CAMPAÑA CONTRA LOS ABORTISTAS, aquellos que es impune el hecho de quitar la vida allí donde la de todos empieza, o ha empezado. Todos pasamos pro un proceso, y la vida misma no deja de ser un proceso que se inicia en la fecundación, cualquiera cto de disposición de la vida es y debe ser punible, condenable y rechazado.

EL Presidente de la CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA, y ARZOBISPO DE TRUJILLO Hector Miguel Cabrejos Vidarte al respecto emitió un comunicado:


1. La vida no nos pertenece, es posesión de Dios y ha sido puesta a nuestro cuidado. El hombre no es producto de sí mismo, así como la inteligencia no es producto de la casualidad.
2. El primer derecho de una persona es el derecho a vivir, que es el fundamento y condición de posibilidad para ejercer todos los demás derechos. A nadie le compete dárselo a unos y quitárselo a otros.
3. No es el reconocimiento por parte de otros lo que constituye este derecho, sino que es algo anterior, lo que implica que denegarlo constituye una injusticia
4. Así, la vida no puede ser suprimida por ninguna razón, ni sacrificada a favor de otros, aunque sea para salvar a alguien. Cuando se admiten derogaciones a este principio, se está abriendo la puerta al aborto, a la eutanasia y a cualquier otro procedimiento discriminatorio.
5. Quienes se inclinan por sacrificar la vida del feto en aras de resguardar la vida de la madre, aún en casos lamentables de violación, parten del presupuesto de que la vida de la madre tiene mayor valor que la del hijo, lo que es arbitrario y falso. Todos los seres humanos poseen la misma dignidad y el mismo valor.
6. Nuestra Constitución reconoce que la vida humana se inicia con la concepción, y señala que el concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece. Y el principal de esos  derechos es precisamente el derecho a la vida. 
7. Además, si nos ceñimos a los parámetros legales y a los preceptos constitucionales declarados con el más elevado espíritu de humanidad, la vida humana no es un derecho disponible. 
8. Hay sectores que justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado con el fin de practicarlos con absoluta libertad y con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias, que deben estar puestas al servicio de la vida.
9. Así pues, ninguna razón puede jamás dar objetivamente derecho para disponer de la vida de los demás ni siquiera en sus comienzos, sería absurdo plantear que el derecho considera sin valor o con menos valor a sujetos con determinadas diferencias físicas o psíquicas.
10. También el llamado aborto terapéutico es un camino a  una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos. Se va abriendo paso a una mente eutanásica, manifestación no menos abusiva del dominio sobre la vida, que en ciertas condiciones ya no se considera digna de ser vivida. 
11. ¿Quién puede calcular los efectos negativos sobre el desarrollo de esta mentalidad? ¿Cómo podemos extrañarnos de la indiferencia ante tantas situaciones humanas degradantes, si la indiferencia caracteriza nuestra actitud ante lo que es humano?.
12. Corremos el riesgo de no escuchar más el llamado de nuestra conciencia a defender la vida, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano e incapaz de reconocer el reclamo de la verdad moral. La verdad siempre perturba y jamás es confortable.
13. La vida, desde su concepción, nadie puede suspenderla o lesionarla; todo intento de justificar la eliminación de las criaturas por nacer, enfermas o discapacitadas, pone al descubierto la dificultad que se tiene para aceptar a la persona enferma, y evidencia el falso concepto de calidad de vida. Así, el hombre se quiere convertir en árbitro supremo de quién ha de nacer y de quién no.
14. La privación de vida intrauterina no le hace nada bien a la libertad, aunque sí al libertinaje propio de todo exceso carente de sabiduría. 
15. Si en el Perú no existe la pena de muerte ni para los peores criminales. ¿Cómo es que podemos aceptar la pena de muerte para un embrión que ni siquiera tuvo tiempo de cometer ningún error y ni siquiera puede defenderse?, ¿Es esto justo?, ¿es esto humano?.
16. Además, la defensa de la vida no es sólo cuestión de religión, sino de ética, de dignidad, de derechos humanos y de civilización.
17. Recuerda que también tú fuiste un embrión, un feto. Hoy vives, por eso ama y defiende la vida y alaba al Señor tu Dios.

viernes, 9 de octubre de 2009

En el centro mismo del Opus Dei: TRABAJO Y CONTEMPLACION


Trabajo: contemplación y trabajo (I)


Ser contemplativos es disfrutar de la mirada de Dios. Por eso, quien se sabe acompañado por Él a lo largo del día, ve con otros ojos las ocupaciones en que se empeña. Texto editorial sobre el trabajo.

Quisiera que hoy, en nuestra meditación, nos persuadiésemos definitivamente de la necesidad de disponernos a ser almas contemplativas, en medio de la calle, del trabajo, con una conversación continua con nuestro Dios, que no debe decaer a lo largo del día. Si pretendemos seguir lealmente los pasos del Maestro, ése es el único camino[1].
Para quienes estamos llamados por Dios a santificarnos en medio del mundo, convertir el trabajo en oración y tener alma contemplativa, es el único camino, porque o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca[2].

Conviene que meditemos despacio esta enseñanza capital de San Josemaría. En este texto consideraremos qué es la contemplación; en otras ocasiones nos detendremos en ahondar en la vida contemplativa en el trabajo y en las actividades de la vida ordinaria.

COMO EN NAZARET, COMO LOS PRIMEROS CRISTIANOS

El descubrimiento de Dios en lo ordinario de cada día, da al propio quehacer su valor último y su plenitud de sentido. La vida oculta de Jesús en Nazaret, los años intensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristo llevó una vida corriente —como la nuestra, si queremos—, divina y humana a la vez[3], muestran que la tarea profesional, la atención a la familia y las relaciones sociales no son obstáculo para orar siempre[4], sino ocasión y medio para una vida intensa de trato con Dios, hasta que llega un momento en el que es imposible establecer una diferencia entre trabajo y contemplación.

Por esta senda de la contemplación en la vida ordinaria, siguiendo las huellas del Maestro, discurrió la vida de los primeros cristianos: «cuando pasea, conversa, descansa, trabaja o lee, el creyente ora»[5], escribía un autor del siglo II. Años más tarde San Gregorio Magno atestigua, como un ideal hecho realidad en numerosos fieles, que «la gracia de la contemplación no se da sí a los grandes y no a los pequeños; sino que muchos grandes la reciben, y también muchos pequeños; y tanto entre los que viven retirados como entre las personas casadas. Luego, si no hay estado alguno entre los fieles que quede excluido de la gracia de la contemplación, el que guarda interiormente el corazón puede ser ilustrado con esa gracia»[6].

El Magisterio de la Iglesia, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, ha recordado muchas veces esta doctrina, tan importante para quienes tenemos la misión de llevar a Cristo a todas partes y transformar el mundo con el espíritu cristiano. «Las actividades diarias se presentan como un precioso medio de unión con Cristo, pudiendo convertirse en materia de santificación, terreno de ejercicio de las virtudes, diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración transforma el trabajo y así resulta posible estar en contemplación de Dios, aun permaneciendo en las ocupaciones más variadas»[7].

LA CONTEMPLACIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS

Enseña el Catecismo que «la contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia "visión beatífica"»[8]. De esa contemplación plena de Dios, propia del Cielo, podemos tener un cierto anticipo en esta tierra, una incoación imperfecta[9] que, aunque sea de orden diverso a la visión, es ya una verdadera contemplación de Dios, así como la gracia, siendo de distinto orden que la gloria, es, no obstante, una verdadera participación en la naturaleza divina. Ahora vemos como en un espejo, oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de modo imperfecto, entonces conoceré como soy conocido[10], escribe San Pablo.

Esa contemplación de Dios como en un espejo, durante la vida presente, es posible gracias a las virtudes teologales: a la fe y a la esperanza vivas, informadas por la caridad. La fe, unida a la esperanza y vivificada por la caridad, «nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo»[11].

La contemplación es un conocimiento amoroso y gozoso de Dios y de sus designios manifestados en las criaturas, en la Revelación sobrenatural, y plenamente en la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo nuestro Señor. «Ciencia de amor»[12], la llama San Juan de la Cruz. La contemplación es un claro conocimiento de la verdad, alcanzado no por un proceso de razonamiento sino por una intensa caridad[13].

La oración mental es un diálogo con Dios. Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?" —¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!"[14]. En la vida espiritual, este trato con Dios tiende a simplificarse conforme aumenta el amor filial, lleno de confianza. Sucede entonces que, con frecuencia, ya no son necesarias las palabras para orar, ni las exteriores ni las interiores. Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira![15].

Esto es la contemplación, un modo de orar activo pero sin palabras, intenso y sereno, profundo y sencillo. Un don que Dios concede a quienes le buscan con sinceridad, ponen toda el alma en el cumplimiento de su Voluntad, con obras, y tratan de moverse en su presencia. Primero una jaculatoria, y luego otra, y otra..., hasta que parece insuficiente ese fervor, porque las palabras resultan pobres...: y se deja paso a la intimidad divina, en un mirar a Dios sin descanso y sin cansancio[16]. Esto puede suceder, como enseña San Josemaría, no sólo en los ratos dedicados expresamente a la oración, sino también mientras realizamos con la mayor perfección posible, dentro de nuestras equivocaciones y limitaciones, las tareas propias de nuestra condición y de nuestro oficio[17].

BAJO LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo inhabitan en el alma en gracia[18]: somos templos de Dios[19]. Se quedan cortas las palabras para expresar la riqueza del misterio de la Vida de la Santísima Trinidad en nosotros: el Padre que eternamente engendra al Hijo, y que con el Hijo espira al Espíritu Santo, vínculo de Amor subsistente. Por la gracia de Dios, tomamos parte en esa Vida como hijos. El Paráclito nos une al Hijo que ha asumido la naturaleza humana para hacernos partícipes de la naturaleza divina: al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (...) a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y, puesto que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abbá, Padre!»[20]. Y en esta unión con el Hijo no estamos solos sino que formamos un cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo, al que todos los hombres están llamados a incorporarse como miembros vivos y a ser, como los apóstoles, instrumentos para atraer a otros, participando en el sacerdocio de Cristo[21].

La vida contemplativa es la vida propia de los hijos de Dios, vida de intimidad con las Personas Divinas y desbordante de afán apostólico. El Paráclito infunde en nosotros la caridad que nos permite alcanzar un conocimiento de Dios que sin la caridad es imposible, pues el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor[22]. Quien más le ama mejor le conoce, ya que ese amor —la caridad sobrenatural— es una participación en la infinita caridad que es el Espíritu Santo[23], que todo lo escruta, hasta las profundidades de Dios. Pues ¿quién sabe lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, las cosas de Dios nadie las ha conocido sino el Espíritu de Dios[24].

Ese Amor, con mayúscula, instaura en la vida del alma una estrecha familiaridad con las Personas Divinas, y un entendimiento de Dios más agudo, más rápido, certero y espontáneo, en profunda sintonía con el Corazón de Cristo[25]. También en el plano humano quienes se aman se comprenden con más facilidad, y por eso San Josemaría recurre a esa experiencia para transmitir de algún modo lo que es la contemplación de Dios; por ejemplo, decía que en su tierra a veces se decía: ¡mira cómo le contempla!; y explicaba cómo ese modo de decir se refería a una madre que tenía a su hijo en brazos, a un novio que miraba a su novia, a la mujer que velaba al marido. Pues así debemos contemplar al Señor.

Pero toda realidad humana, por hermosa que sea, se queda en una sombra de la contemplación que Dios concede a las almas fieles. Si ya la caridad sobrenatural supera en altura, en calidad y en fuerza cualquier amor simplemente humano, ¿qué decir de los Dones del Espíritu Santo, que nos permiten dejarnos llevar dócilmente por Él? Con el crecimiento de estos Dones —Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor filial— crece la connaturalidad o la familiaridad con Dios y se despliega todo el colorido de la vida contemplativa.

En especial, por el Don de Sabiduría —el primero y mayor de los Dones del Espíritu Santo[26]— se nos otorga no sólo conocer y asentir a las verdades reveladas acerca de Dios y de las criaturas, como es propio de la fe, sino saborear esas verdades, conocerlas con «un cierto sabor de Dios»[27]. La Sabiduría —sapientia— es una sapida scientia: un ciencia que se gusta. Gracias a este Don no sólo se cree en el Amor de Dios, sino que se sabe de un modo nuevo[28]. Es un saber al que sólo se llega con santidad: y hay almas oscuras, ignoradas, profundamente humildes, sacrificadas, santas, con un sentido sobrenatural maravilloso: Yo te glorifico, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has tenido encubiertas estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeñuelos[29]. Con el Don de Sabiduría la vida contemplativa se adentra en las profundidades de Dios[30]. En este sentido San Josemaría nos invita a meditar un texto de San Pablo, en el que se nos propone todo un programa de vida contemplativa —conocimiento y amor, oración y vida— (...): que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos, cuál sea la anchura y la grandeza, la altura y la profundidad del misterio; y conocer también aquel amor de Cristo, que sobrepuja todo conocimiento, para que os llenéis de toda la plenitud de Dios (Ef 3,17-19)[31].

Hemos de implorar al Espíritu Santo el Don de Sabiduría junto con los demás Dones, su séquito inseparable. Son los regalos del Amor divino, las joyas que el Paráclito entrega a quienes quieren amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

POR LA SENDA DE LA CONTEMPLACIÓN

Cuanto mayor es la caridad, más intensa es la familiaridad con Dios en la que surge la contemplación. Hasta la caridad más débil, como la de quien se limita a no pecar gravemente pero no busca cumplir en todo la Voluntad de Dios, establece una cierta conformidad con la Voluntad divina. Sin embargo, un amor que no busca amar más, que no tiene el fervor de la piedad, se parece más a la cortesía formal de un extraño que al afecto de un hijo. Quien se conformara con eso en su relación con Dios, no pasaría de un conocimiento de las verdades reveladas insípido y pasajero, porque quien se contenta con oír la palabra, sin ponerla en práctica, es semejante a un hombre que contempla la figura de su rostro en su espejo: se mira, se va, e inmediatamente se olvida de cómo era[32].

Muy distinto es el caso de quien desea sinceramente identificar en todo su voluntad con la Voluntad de Dios y, con la ayuda de la gracia, pone los medios: la oración mental y vocal, la participación en los Sacramentos —la Confesión frecuente y la Eucaristía—, el trabajo y el cumplimiento fiel de los propios deberes, la búsqueda de la presencia de Dios a lo largo de día: el cuidado del plan de vida espiritual junto con una intensa formación cristiana.

El ambiente actual de la sociedad conduce a muchos a vivir volcados hacia fuera, con una permanente ansia de poseer esto o aquello, de ir de aquí para allá, de ver y mirar, de moverse, de distraerse con futilidades, quizá con el intento de olvidar su vacío interior, la pérdida del sentido trascendente de la vida humana. A quienes hemos descubierto la llamada divina a la santidad y al apostolado, nos debe suceder lo contrario. Cuanta más actividad exterior, más vida para adentro, más recogimiento interior, buscando el diálogo con Dios presente en el alma en gracia y mortificando los afanes de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida[33]. Para contemplar a Dios es preciso limpiar el corazón. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios[34].

Pidamos a Nuestra Madre Santa María que nos obtenga del Espíritu Santo el don de ser contemplativos en medio del mundo, don que sobreabundó en su vida santísima.

Texto de: J. López.

[1] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 238.
[2] San Josemaría, Conversaciones, n. 114.
[3] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 56.
[4] Lc 18, 1.
[5] Clemente de Alejandría, Stromata, 7, 7.
[6] San Gregorio Magno, In Ezechielem homiliae, 2, 5, 19.
[7] Juan Pablo II, Discurso al Congreso «La grandeza de la vida ordinaria», en el centenario del nacimiento del Beato Josemaría, 12-I-2002, n. 2.
[8] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1028.
[9] Cfr. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 12, a. 2, c; y II-II, q. 4, a.1; q. 180, a. 5, c.
[10] 1 Cor 12, 12. Cfr. 2 Cor 5, 7; 1 Jn 3, 2.
[11] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 163.
[12] San Juan de la Cruz, Noche oscura, lib. 2, cap. 18, n. 5.
[13] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 180, a. 1, c y a.3, ad 1.
[14] San Josemaría, Camino, n. 91.
[15] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 307.
[16] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 296.
[17] Ibidem.
[18] Cfr. Jn 14, 23.
[19] Cfr. 1 Cor 3, 16; 2 Cor 6, 16.
[20] Gal 4, 4-6.
[21] Cfr. 1 Cor 12, 12-13, 27; Ef 2, 19-22; 4, 4.
[22] 1 Jn 4, 9.
[23] Cfr. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 24, a. 7, c. In Epist. ad Rom., c. 5, lect. 1.
[24] 1 Cor 2, 10-11.
[25] Cfr. Mt 11, 27.
[26] Cfr. Juan Pablo II, Alocución 9-IV-1989.
[27] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II, q. 45, a. 2, ad 1.
[28] Cfr. Rm 8, 5.
29] Mt 11, 25.
[30] 1 Cor 1, 10.
31] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 163.
[32] St 1, 23-24.
[33] 1 Jn 2, 16.
[34] Mt 5, 8.

http://www.opusdei.es/art.php?p=35626

miércoles, 30 de septiembre de 2009

SE ACERCA EL ANIVERSARIO DE FUNDACION DEL OPUS DEI Y NOS ACERCAMOS A SU MENSAJE CENTRAL



“Dios no te arranca de tu ambiente”

Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu estado, ni de tus ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional... pero, ahí, ¡te quiere santo! (Forja, 362)
Convenceos de que la vocación profesional es parte esencial, inseparable, de nuestra condición de cristianos. El Señor os quiere santos en el lugar donde estáis, en el oficio que habéis elegido por los motivos que sean: a mí, todos me parecen buenos y nobles –mientras no se opongan a la ley divina–, y capaces de ser elevados al plano sobrenatural, es decir, injertados en esa corriente de Amor que define la vida de un hijo de Dios. (...).
Hemos de evitar el error de considerar que el apostolado se reduce al testimonio de unas prácticas piadosas. Tú y yo somos cristianos, pero a la vez, y sin solución de continuidad, ciudadanos y trabajadores, con unas obligaciones claras que hemos de cumplir de un modo ejemplar, si de veras queremos santificarnos. Es Jesucristo el que nos apremia: vosotros sois la luz del mundo (Mt V, 14-16). (Amigos de Dios, nn. 59-61) [Subir]

AVE MARIA GRATIA PLENA, DOMINUS TECUM

http://groups.msn.com/CRISTOAMIGO60893 Fundado el 6 el Agosto en la Fiesta de la Transfiguración del Señor a la fecha, 15 años después muchos perseveran en ese CAMINO VERDAD Y VIDA. A casi un mes de su celebración esperamos la acogida de todos. Saludos